(Fanfic de Canción de Hielo y Fuego)
La loba le miraba
directamente a los ojos. Jamás en su vida se había encontrado frente a frente
con una loba huargo y la mezcla que sentía de terror y fascinación le hacía
incapaz de mover ni un solo músculo. Se encontraba a escasos dos metros de ella
y sin embargo, en el fondo, sabía que la loba no le atacaría. Su mirada estaba
provista de una inteligencia y compresión casi humanas. De hecho, sus ojos
grises le resultaban tremendamente familiares y le traían unos lejanos
recuerdos mecidos en una fría brisa del norte.
Un aullido restalló en
el aire rompiendo en mil pedazos la mágica conexión que se había establecido
entre ambos e hizo a la loba girar la cabeza en busca del origen del sonido. Su
manada la reclamaba. Su pueblo. Necesitaban a su líder y ella no podía evitar la
llamada. La loba se dispuso a marcharse no sin antes dedicar una última mirada
cargada de emoción a su silencioso acompañante. Por un momento le pareció vislumbrar
una sonrisa, pero cuando se dispuso a llamarla, un hosco gorgojo sustituyó
cualquier palabra que pretendiera salir de su boca.
Un vaso de vino se derramó
sobre su cara y le trajo de golpe a la realidad.
- ¡Eh, muchacho! ¿Qué haces durmiendo?
¿Acaso eres el único en todo el Forca Verde que no sabe que hoy hay vino
gratis? –Exclamó Darryl El Bello arrastrando las palabras.
- ¡Deja al chaval, Darryl! Me parece a mí
que los dos colmillitos que tiene por espadas son de leche todavía. Ya vendrá
con los hombres cuando sea uno –le contestó aun más borracho su primo Eddy, al
que llamaban El Sombra por ser incapaz de separarse de su primo más grande, mas
bruto y más feo.
Tello se incorporó a
medias en su catre y se frotó los ojos para quitarse los restos de vino y de
irrealidad que aun flotaban en su mente. Ante sí tenía las figuras tambaleantes
de Darryl y Eddy, dos amantes de la lucha, el vino y las mujeres burlándose de
él, aunque lo cierto era que viniendo de ellos era todo un honor recibir una
invitación para compartir su vino. Durante las primeras semanas en el mismo
batallón ni siquiera le habían dirigido la palabra y cuando se rebajaron a ello
fue para decirle que habían apostado que iba a durar vivo, como mucho, una
semana más.
- No quiero más del sucio vino de los
Frey. Da tanto asco como la mayoría de ellos.
- ¡El vino es vino muchacho! Venga de
donde venga cumple su función: nubla la mente de los hombres y abre las piernas
de las mujeres – recitó Darryl con aire reflexivo apoyado por su primo, que
asentía solemne-.
- Creo que ese comentario es lo más
inteligente que te he oído decir nunca, Darryl – dijo Tello mientras se
levantaba por completo y ayudaba a Darryl a que no se tambaleara en exceso.
- Tengo mucho más que enseñarte muchacho.
Quédate con nosotros y aprenderás rápido de que va esta perra vida. Además
sería deshonesto por tu parte no brindar por nuestro Rey en el Norte.
- Creo que ya hemos brindado suficiente
por nuestro rey esta noche. Sobretodo vosotros.
- Pues yo no pienso dejar de brindar por
él ni por el enlace de su tío Edmure. ¡Seguro que a estas horas debe estar
dándole lo suyo a esa Frey! – dijo Darryl terminando con una sonora carcajada,
a la que se sumó su primo-.
- Entonces seguid brindando y hacedlo
también a mi salud. Yo voy a aprovechar para pasear un poco y ver si se despeja
mi mente –apuntó Tello mientras se echaba al cinto sus dos espadas de las que
nunca se separaba-.
- No temas muchacho que así lo haremos.
- ¡Y si algún soldado descarado intenta
propasarte contigo danos un silbido! –añadió Eddy a modo de broma-.
- No te preocupes Eddy que si eso pasa le
indicaré tu tienda para que vaya a darte su cariño –respondió Tello guiñándole
un ojo-.
Tello dejó a los dos
primos riendo y bebiendo y se alejó de su tienda, situada a las puertas de Los
Gemelos. Había ido allí para escapar del bullicio de las carpas principales y
se había quedado durmiendo por culpa del exceso de vino. Había tenido uno de
esos sueños tan nítidos que últimamente se repetían tanto. Tello creía que
estaban relacionados con su obsesión por encontrar a Nymeria, a veces soñaba
que era una ardilla o un pájaro y otras que era un lobo que formaba parte de su
manada pero siempre se encontraba cerca de ella y eran sensaciones tan reales
que en ocasiones se despertaba impregnado de su olor.
Mientras Tello
deambulaba bajo la fina lluvia pensó en como había cambiado su situación desde
que había decidido seguir al Rey en el Norte en su lucha, primero por rescatar
a su padre y luego por vengarlo. Al principio, como abanderado de los Stark,
era invisible para el resto de sus compañeros, pero tras la batalla de
Marcaceniza en la que se había cobrado su primera vida, aunque fuese de alguien
herido en el suelo, habían empezado a notar su existencia. Y desde que había
luchado codo con codo con Darryl y su primo en El Risco, el primero había
decidido tomarle bajo su protección y no pasaban unas horas sin que se acercara
a ver como estaba.
Todo se lo debía a su
padrastro Sir Rodrick, que desde que se casó con su madre lo había tomado como
pupilo y le había enseñado a manejar la espada sin importarle que fuera un hijo
bastardo de su nueva esposa. Al principio fue bastante duro ya que Tello era
zurdo y el maestro de armas se empeñaba en que manejara la espada con la mano
derecha, pero una vez que se hizo al peso de la misma y al cambio en el juego
de pies todo fue más sencillo. La verdad es que a Tello se le daba bien la
esgrima, aunque fuese un muchacho escuálido y larguirucho lo cierto es que era
muy ágil y tenía buenos reflejos, lo que sin duda era una buena cualidad para
un espadachín. Una vez que se hubo acostumbrado a manejar la espada con su mano
derecha, sintió que le faltaba algo que le equilibrara y decidió, aconsejado
por su padrastro, empezar a utilizar una pequeña daga en su mano izquierda. Con
el tiempo decidió igualar el tamaño de las dos armas, llegándose a convertir en
un verdadero torbellino de acero. Gracias a ello conservaba su vida y esperaba
que siguiera así durante mucho tiempo, al menos el necesario para poder
encontrar a Arya.
Se había hecho tres
promesas el día que se enteró de que la pequeña de los Stark había sido
retenida en Desembarco del Rey tras la ejecución de su padre. Una era encontrar
a Nymeria, otra era devolvérsela a Arya y la última era rescatarla de los
Lannister.
Conocía a Arya desde
siempre y no solo porque se tratara de la hija menor de Lord Eddard Stark, sino
porque desde pequeños habían jugado juntos en el patio de Invernalia y más
desde que Ser Rodrick le había tomado como pupilo. Arya siempre se había
sentido atraída por la esgrima, pero a excepción de Jon, ninguno de sus hermanos
le daba pie a que practicara, por lo que cuando se enteró de que Tello estaba
siendo entrenado por el mismísimo maestro de armas se fue directo hacia él para
pedirle que le enseñara a ella en secreto. Desde entonces habían pasado muchas
tardes juntos y, aunque él no era un paciente maestro ni Arya una obediente
alumna, lo cierto es que se habían hecho grandes amigos. De hecho, entre los
chicos y chicas de la ciudad empezó a correr el rumor de que era algo más que
una amistad y muchos de los amigos de Tello empezaron a burlarse de él llamándole
“Señor de Caracaballo” e insinuando que si no salía bien su relación siempre
podía buscar otra novia en las caballerizas de Invernalia.
A Tello no le
importaban las burlas y se centraba en disfrutar de cada momento que pasaba con
la pequeña Arya. Era totalmente diferente al resto de chicas que conocía y era
incapaz de ver un rasgo equino en su travieso rostro. Conforme ambos fueron
creciendo tenían menos tiempo para pasar juntos debido a sus obligaciones, pero
siempre que podían quedaban para practicar con las espadas, por lo que fue un
terrible golpe para él cuando se enteró de que iba a viajar con su padre a
Desembarco del Rey.
- ¡Compadre! ¿Te apetece un trago de hidromiel?
Acabamos de abrir el barril.
El joven miró hacia el
grupo de soldados que arrastraban un barril de unos cincuenta litros. Le
pareció raro que ninguno de los hombres, de la casa Frey por lo que dedujo de
sus ropajes, tuviera un vaso en la mano o una sonrisa en el rostro, por lo que
decidió ser prudente.
- No, gracias, ya he saciado mi sed por
hoy y temo que no me respondan las piernas si continuo bebiendo – contestó
Tello amablemente-.
- ¡Oh vamos! Hoy es un gran día. Dos
grandes casas se unen en matrimonio. No pasa algo así todos los días –volvió a
insistir el mismo soldado -.
Tello se fijó en los tres
hombres que rodeaban al generoso soldado. Definitivamente ninguno daba muestras
de haber estado bebiendo, de hecho estaban demasiado tensos e iban bastante
armados para estar de celebración. El joven Nieve volvió la vista al soldado
que le había ofrecido la bebida y notó que su mirada escondía una mezcla de
nerviosismo e insistencia. Algo raro pasaba, algo no encajaba, pero Tello
aceptó el vaso de hidromiel e hizo como si bebía sin apartar la mirada de las
manos de los hombres que tenía en frente. Atento a cualquier mínimo movimiento.
Un ruido inconfundible
de espadas, caballos y gritos atrajo la atención de todos hacia la entrada del
castillo. Al principio Tello pensó que se trataría de la típica escaramuza
entre borrachos pero se quedó horrorizado al comprobar que de Los Gemelos salía
un contingente de jinetes arrasando con todo lo que encontraban a su paso ante
la escasa resistencia de sus compatriotas norteños. El silbido de las espadas
emergiendo de sus fundas hizo que Tello volviera la mirada hacia el grupo de
soldados que tenía delante y por puro instinto sacó con su mano libre una de
sus espadas justo a tiempo de parar el envite del soldado que estaba a la
derecha. A la vez, lanzó el vaso de hidromiel a la cara del soldado que se lo
había ofrecido para instantáneamente sacar su espada izquierda, aprovechando el
movimiento para degollar con la diestra al soldado que se abría paso desde atrás.
Tello sacó su espada justo cuando se echaban sobre él el primer atacante y el
que todavía no había entrado en acción y cruzando sus aceros pudo anular el
ataque de ambos, aunque le hicieron retroceder lo suficiente para que tropezara
con un jergón de paja y callera al suelo. Sin embargo, Tello fue lo
suficientemente rápido para trazar un movimiento circular con ambas espadas que
hirieron el vientre de uno y el muslo de otro. Nada más tocar el suelo rodó
hacia atrás y ganó unos metros de separación de sus contrincantes, necesario
para poder incorporarse.
Cuando se levantó pudo
ver como sus adversarios intentaban rodearle. Eran tres contra uno, pero los
tres estaban heridos, sobretodo el que había recibido el corte en pleno
estómago ya que le costaba permanecer erguido. Tendría que actuar rápido si no
quería que lo rodearan por completo, pero no podía enfrentarse a los tres a la
vez. Necesitaba entretener a uno de ellos. La respuesta apareció a sus pies en
forma de jergón de paja. Tan fuerte como pudo le dio una patada en dirección al
soldado al que había tirado el vaso y de cuya ceja partida emanaba un hilo de
sangre que dificultaba su visión, para después dirigirse al soldado más débil.
Esquivó con cierta facilidad el estoque de este y situándose a su espalda lo
atravesó con su acero hasta la empuñadura. En el momento en el que el soldado
más alejado se acercaba corriendo con furia le lanzó de una patada el cuerpo
aun convulsionante de su compañero, cayendo los dos al suelo. Tello aprovechó
el momento para enzarzarse con el soldado del ojo hinchado, atacándole siempre
por el lado de su ojo malo, aprovechándose de su debilidad, hasta que
finalmente lo hizo caer de un golpe que le rebanó media cara. Por último, se
dirigió hacia el soldado que había caído de espaldas y que intentaba quitarse
de encima el cuerpo de su compañero ya fallecido. Su intento se vio frustrado
cuando Tello le atravesó la garganta con la espada.
Ahora que había acabado
con el problema inmediato, el joven se detuvo unos instantes para sopesar la
situación. A lo lejos se oían cada vez más gritos de dolor y le llegaba el aroma
de la sangre y de los incendios iniciados en diferentes puntos del campamento.
No tenía la menor idea de lo que estaba pasando. Necesitaba reunirse con alguno
de sus compañeros y recabar más información por lo que decidió volver al lugar
en el que estaban Darryl y Eddy y ver si conseguía averiguar algo.
Mientras corría moviéndose
entre las sombras para no ser visto, se dio cuenta de que el campamento se
estaba convirtiendo en un auténtico infierno. Por todos lados habían grupos de jinetes
masacrando a los norteños que, bajo los efectos del alcohol, eran una presa
fácil. ¿Sería consciente el Joven Lobo de lo que estaba ocurriendo a las
afueras de Los Gemelos mientras él disfrutaba del banquete de bodas?
Tello llegó al lugar en
el que momentos antes había estado charlando con sus compañeros, pero solo
encontró sus cuerpos inertes entre varios soldados con las dos torres en el
pecho. Estaba desolado, furioso y confuso. Todo parecía desmoronarse a su
alrededor y ni siquiera sabía el motivo. De repente, algo captó la atención de
su mirada y todos los sentimientos que instantes antes se agolpaban en su
interior quedaron relegados a un segundo plano cuando se percató de lo que
estaba viendo. Parpadeó varias veces para enfocar mejor y contuvo el acto de frotarse
los ojos, ya que llevaba las manos manchadas de sangre húmeda. Era real. No lo
creía pero era real. Podría reconocer su figura en cualquier parte. Era Arya.
Se había lanzado en una
loca carrera hacia la entrada de una de las torres, ¿Cómo había llegado allí?
¿Tenía algo que ver con la vorágine de violencia que estaba asolando al
ejército del norte? Las preguntas brotaban de su mente atropelladamente y
frenaron en seco al ver la silueta del jinete que galopaba en pos de la pequeña
Stark. Las llamas refulgían sobre la cabeza metálica del can y sobre el hacha
que blandía amenazadoramente. La rabia se apoderó de él y profirió un grito que
destacó como un trueno entre los alaridos que le rodeaban. Saliendo de su escondite,
corrió con todas sus fuerzas para llegar a Arya antes que El Perro. La lluvia
le azotaba el rostro y él devolvía los golpes a los pocos soldados que
intentaban cortarle el paso. Solo le importaba llegar a Arya, todo lo demás no
existía: las guerras, las muertes, Poniente, no significaban nada para él. Solo
existía ella. Quería…no, tenía que llegar costara lo que costara, tenía que
protegerla, tenía que sacarla del caos que los rodeaba, tenía… Una flecha brotó
en su pecho e hizo que aminorara el paso. Parar no era una opción, así que
cortó la punta de la flecha con la espada y continuó corriendo. El jinete había
ganado ventaja pese a que Tello se encontraba mucho más cerca. Comenzaron a
caer más flechas a su alrededor y tuvo la certeza de que iba a morir un
instante antes de que se le clavara otro proyectil en el muslo, haciéndole caer
al barro de cabeza. Aun con las espadas en las manos, Tello consiguió
incorporarse pero la pierna no le respondía y se veía incapaz de levantarse.
Impotente, vio como el jinete se acercaba a la muchacha y Tello gritó su nombre
usando las últimas fuerzas que le quedaban para advertirla del peligro que le
sobrevenía. Arya volvió la vista y por un momento sus miradas se cruzaron.
Tello pudo distinguir el reconocimiento en sus ojos grises y esta vez fue él quien
sonrió.
Un nuevo proyectil
atravesó la garganta de Tello y sus labios se movieron en un vano intento por emitir
algún sonido. Un “te quiero” se
desvaneció en el aire sin ser escuchado.
Lo último que vio Tello fue el hacha del Perro cayendo
sobre Arya.