martes, 29 de noviembre de 2016

¡Habemus portada!

Tengo el inmenso placer de anunciar que mi primer libro "El museo de la lluvia"... ¡¡ya tiene portada!! Y orgulloso como estoy de ella quiero compartirla con los millones de personas que visitan este foro a cada instante... ¿ironía? ¡No! ¡Alegría! 😄

En la portada que he elegido puede verse como imagino la ciudad de Aitía, en la que se desarrolla gran parte de la historia. Una importante y avanzada ciudad del planeta Grance en la que viven los protagonistas de "El museo de la lluvia". Esta imagen también nos aporta información de como viven sus habitantes, ya que puede verse que la gran mayoría de edificios son construcciones muy bajas, incluso con parte de ellas bajo tierra, y esto es debido a un importante hecho que condiciona el estilo de vida de todos los seres vivos del planeta: cada cierto tiempo el planeta es arrasado por una lluvia de meteoritos que destruye todo cuanto toca, pero esta lluvia (la única que conocen en Grance) no solo trae rocas espaciales y desgracias, sino que también arrastra un sinfín de objetos de otros mundos, lo que le ha valido a Grance para avanzar tecnológicamente a pasos agigantados.

¡Si quieres saber más no dudes en hacerte con un ejemplar! Próximamente informaré sobre cuando se hará la presentación del libro y cuando estará disponible en las tiendas.


domingo, 27 de noviembre de 2016

Tello

(Fanfic de Canción de Hielo y Fuego)

La loba le miraba directamente a los ojos. Jamás en su vida se había encontrado frente a frente con una loba huargo y la mezcla que sentía de terror y fascinación le hacía incapaz de mover ni un solo músculo. Se encontraba a escasos dos metros de ella y sin embargo, en el fondo, sabía que la loba no le atacaría. Su mirada estaba provista de una inteligencia y compresión casi humanas. De hecho, sus ojos grises le resultaban tremendamente familiares y le traían unos lejanos recuerdos mecidos en una fría brisa del norte.

Un aullido restalló en el aire rompiendo en mil pedazos la mágica conexión que se había establecido entre ambos e hizo a la loba girar la cabeza en busca del origen del sonido. Su manada la reclamaba. Su pueblo. Necesitaban a su líder y ella no podía evitar la llamada. La loba se dispuso a marcharse no sin antes dedicar una última mirada cargada de emoción a su silencioso acompañante. Por un momento le pareció vislumbrar una sonrisa, pero cuando se dispuso a llamarla, un hosco gorgojo sustituyó cualquier palabra que pretendiera salir de su boca.

Un vaso de vino se derramó sobre su cara y le trajo de golpe a la realidad.

¡Eh, muchacho! ¿Qué haces durmiendo? ¿Acaso eres el único en todo el Forca Verde que no sabe que hoy hay vino gratis? –Exclamó Darryl El Bello arrastrando las palabras.
- ¡Deja al chaval, Darryl! Me parece a mí que los dos colmillitos que tiene por espadas son de leche todavía. Ya vendrá con los hombres cuando sea uno –le contestó aun más borracho su primo Eddy, al que llamaban El Sombra por ser incapaz de separarse de su primo más grande, mas bruto y más feo.

Tello se incorporó a medias en su catre y se frotó los ojos para quitarse los restos de vino y de irrealidad que aun flotaban en su mente. Ante sí tenía las figuras tambaleantes de Darryl y Eddy, dos amantes de la lucha, el vino y las mujeres burlándose de él, aunque lo cierto era que viniendo de ellos era todo un honor recibir una invitación para compartir su vino. Durante las primeras semanas en el mismo batallón ni siquiera le habían dirigido la palabra y cuando se rebajaron a ello fue para decirle que habían apostado que iba a durar vivo, como mucho, una semana más.

No quiero más del sucio vino de los Frey. Da tanto asco como la mayoría de ellos.
- ¡El vino es vino muchacho! Venga de donde venga cumple su función: nubla la mente de los hombres y abre las piernas de las mujeres – recitó Darryl con aire reflexivo apoyado por su primo, que asentía solemne-.
- Creo que ese comentario es lo más inteligente que te he oído decir nunca, Darryl – dijo Tello mientras se levantaba por completo y ayudaba a Darryl a que no se tambaleara en exceso.
- Tengo mucho más que enseñarte muchacho. Quédate con nosotros y aprenderás rápido de que va esta perra vida. Además sería deshonesto por tu parte no brindar por nuestro Rey en el Norte.
- Creo que ya hemos brindado suficiente por nuestro rey esta noche. Sobretodo vosotros.
- Pues yo no pienso dejar de brindar por él ni por el enlace de su tío Edmure. ¡Seguro que a estas horas debe estar dándole lo suyo a esa Frey! – dijo Darryl terminando con una sonora carcajada, a la que se sumó su primo-.
- Entonces seguid brindando y hacedlo también a mi salud. Yo voy a aprovechar para pasear un poco y ver si se despeja mi mente –apuntó Tello mientras se echaba al cinto sus dos espadas de las que nunca se separaba-.
- No temas muchacho que así lo haremos.
- ¡Y si algún soldado descarado intenta propasarte contigo danos un silbido! –añadió Eddy a modo de broma-.
- No te preocupes Eddy que si eso pasa le indicaré tu tienda para que vaya a darte su cariño –respondió Tello guiñándole un ojo-.

Tello dejó a los dos primos riendo y bebiendo y se alejó de su tienda, situada a las puertas de Los Gemelos. Había ido allí para escapar del bullicio de las carpas principales y se había quedado durmiendo por culpa del exceso de vino. Había tenido uno de esos sueños tan nítidos que últimamente se repetían tanto. Tello creía que estaban relacionados con su obsesión por encontrar a Nymeria, a veces soñaba que era una ardilla o un pájaro y otras que era un lobo que formaba parte de su manada pero siempre se encontraba cerca de ella y eran sensaciones tan reales que en ocasiones se despertaba impregnado de su olor.

Mientras Tello deambulaba bajo la fina lluvia pensó en como había cambiado su situación desde que había decidido seguir al Rey en el Norte en su lucha, primero por rescatar a su padre y luego por vengarlo. Al principio, como abanderado de los Stark, era invisible para el resto de sus compañeros, pero tras la batalla de Marcaceniza en la que se había cobrado su primera vida, aunque fuese de alguien herido en el suelo, habían empezado a notar su existencia. Y desde que había luchado codo con codo con Darryl y su primo en El Risco, el primero había decidido tomarle bajo su protección y no pasaban unas horas sin que se acercara a ver como estaba.

Todo se lo debía a su padrastro Sir Rodrick, que desde que se casó con su madre lo había tomado como pupilo y le había enseñado a manejar la espada sin importarle que fuera un hijo bastardo de su nueva esposa. Al principio fue bastante duro ya que Tello era zurdo y el maestro de armas se empeñaba en que manejara la espada con la mano derecha, pero una vez que se hizo al peso de la misma y al cambio en el juego de pies todo fue más sencillo. La verdad es que a Tello se le daba bien la esgrima, aunque fuese un muchacho escuálido y larguirucho lo cierto es que era muy ágil y tenía buenos reflejos, lo que sin duda era una buena cualidad para un espadachín. Una vez que se hubo acostumbrado a manejar la espada con su mano derecha, sintió que le faltaba algo que le equilibrara y decidió, aconsejado por su padrastro, empezar a utilizar una pequeña daga en su mano izquierda. Con el tiempo decidió igualar el tamaño de las dos armas, llegándose a convertir en un verdadero torbellino de acero. Gracias a ello conservaba su vida y esperaba que siguiera así durante mucho tiempo, al menos el necesario para poder encontrar a Arya.

Se había hecho tres promesas el día que se enteró de que la pequeña de los Stark había sido retenida en Desembarco del Rey tras la ejecución de su padre. Una era encontrar a Nymeria, otra era devolvérsela a Arya y la última era rescatarla de los Lannister.

Conocía a Arya desde siempre y no solo porque se tratara de la hija menor de Lord Eddard Stark, sino porque desde pequeños habían jugado juntos en el patio de Invernalia y más desde que Ser Rodrick le había tomado como pupilo. Arya siempre se había sentido atraída por la esgrima, pero a excepción de Jon, ninguno de sus hermanos le daba pie a que practicara, por lo que cuando se enteró de que Tello estaba siendo entrenado por el mismísimo maestro de armas se fue directo hacia él para pedirle que le enseñara a ella en secreto. Desde entonces habían pasado muchas tardes juntos y, aunque él no era un paciente maestro ni Arya una obediente alumna, lo cierto es que se habían hecho grandes amigos. De hecho, entre los chicos y chicas de la ciudad empezó a correr el rumor de que era algo más que una amistad y muchos de los amigos de Tello empezaron a burlarse de él llamándole “Señor de Caracaballo” e insinuando que si no salía bien su relación siempre podía buscar otra novia en las caballerizas de Invernalia.

A Tello no le importaban las burlas y se centraba en disfrutar de cada momento que pasaba con la pequeña Arya. Era totalmente diferente al resto de chicas que conocía y era incapaz de ver un rasgo equino en su travieso rostro. Conforme ambos fueron creciendo tenían menos tiempo para pasar juntos debido a sus obligaciones, pero siempre que podían quedaban para practicar con las espadas, por lo que fue un terrible golpe para él cuando se enteró de que iba a viajar con su padre a Desembarco del Rey.

¡Compadre! ¿Te apetece un trago de hidromiel? Acabamos de abrir el barril.

El joven miró hacia el grupo de soldados que arrastraban un barril de unos cincuenta litros. Le pareció raro que ninguno de los hombres, de la casa Frey por lo que dedujo de sus ropajes, tuviera un vaso en la mano o una sonrisa en el rostro, por lo que decidió ser prudente.

No, gracias, ya he saciado mi sed por hoy y temo que no me respondan las piernas si continuo bebiendo – contestó Tello amablemente-.
- ¡Oh vamos! Hoy es un gran día. Dos grandes casas se unen en matrimonio. No pasa algo así todos los días –volvió a insistir el mismo soldado -.

Tello se fijó en los tres hombres que rodeaban al generoso soldado. Definitivamente ninguno daba muestras de haber estado bebiendo, de hecho estaban demasiado tensos e iban bastante armados para estar de celebración. El joven Nieve volvió la vista al soldado que le había ofrecido la bebida y notó que su mirada escondía una mezcla de nerviosismo e insistencia. Algo raro pasaba, algo no encajaba, pero Tello aceptó el vaso de hidromiel e hizo como si bebía sin apartar la mirada de las manos de los hombres que tenía en frente. Atento a cualquier mínimo movimiento.

Un ruido inconfundible de espadas, caballos y gritos atrajo la atención de todos hacia la entrada del castillo. Al principio Tello pensó que se trataría de la típica escaramuza entre borrachos pero se quedó horrorizado al comprobar que de Los Gemelos salía un contingente de jinetes arrasando con todo lo que encontraban a su paso ante la escasa resistencia de sus compatriotas norteños. El silbido de las espadas emergiendo de sus fundas hizo que Tello volviera la mirada hacia el grupo de soldados que tenía delante y por puro instinto sacó con su mano libre una de sus espadas justo a tiempo de parar el envite del soldado que estaba a la derecha. A la vez, lanzó el vaso de hidromiel a la cara del soldado que se lo había ofrecido para instantáneamente sacar su espada izquierda, aprovechando el movimiento para degollar con la diestra al soldado que se abría paso desde atrás. Tello sacó su espada justo cuando se echaban sobre él el primer atacante y el que todavía no había entrado en acción y cruzando sus aceros pudo anular el ataque de ambos, aunque le hicieron retroceder lo suficiente para que tropezara con un jergón de paja y callera al suelo. Sin embargo, Tello fue lo suficientemente rápido para trazar un movimiento circular con ambas espadas que hirieron el vientre de uno y el muslo de otro. Nada más tocar el suelo rodó hacia atrás y ganó unos metros de separación de sus contrincantes, necesario para poder incorporarse.

Cuando se levantó pudo ver como sus adversarios intentaban rodearle. Eran tres contra uno, pero los tres estaban heridos, sobretodo el que había recibido el corte en pleno estómago ya que le costaba permanecer erguido. Tendría que actuar rápido si no quería que lo rodearan por completo, pero no podía enfrentarse a los tres a la vez. Necesitaba entretener a uno de ellos. La respuesta apareció a sus pies en forma de jergón de paja. Tan fuerte como pudo le dio una patada en dirección al soldado al que había tirado el vaso y de cuya ceja partida emanaba un hilo de sangre que dificultaba su visión, para después dirigirse al soldado más débil. Esquivó con cierta facilidad el estoque de este y situándose a su espalda lo atravesó con su acero hasta la empuñadura. En el momento en el que el soldado más alejado se acercaba corriendo con furia le lanzó de una patada el cuerpo aun convulsionante de su compañero, cayendo los dos al suelo. Tello aprovechó el momento para enzarzarse con el soldado del ojo hinchado, atacándole siempre por el lado de su ojo malo, aprovechándose de su debilidad, hasta que finalmente lo hizo caer de un golpe que le rebanó media cara. Por último, se dirigió hacia el soldado que había caído de espaldas y que intentaba quitarse de encima el cuerpo de su compañero ya fallecido. Su intento se vio frustrado cuando Tello le atravesó la garganta con la espada.

Ahora que había acabado con el problema inmediato, el joven se detuvo unos instantes para sopesar la situación. A lo lejos se oían cada vez más gritos de dolor y le llegaba el aroma de la sangre y de los incendios iniciados en diferentes puntos del campamento. No tenía la menor idea de lo que estaba pasando. Necesitaba reunirse con alguno de sus compañeros y recabar más información por lo que decidió volver al lugar en el que estaban Darryl y Eddy y ver si conseguía averiguar algo.

Mientras corría moviéndose entre las sombras para no ser visto, se dio cuenta de que el campamento se estaba convirtiendo en un auténtico infierno. Por todos lados habían grupos de jinetes masacrando a los norteños que, bajo los efectos del alcohol, eran una presa fácil. ¿Sería consciente el Joven Lobo de lo que estaba ocurriendo a las afueras de Los Gemelos mientras él disfrutaba del banquete de bodas?

Tello llegó al lugar en el que momentos antes había estado charlando con sus compañeros, pero solo encontró sus cuerpos inertes entre varios soldados con las dos torres en el pecho. Estaba desolado, furioso y confuso. Todo parecía desmoronarse a su alrededor y ni siquiera sabía el motivo. De repente, algo captó la atención de su mirada y todos los sentimientos que instantes antes se agolpaban en su interior quedaron relegados a un segundo plano cuando se percató de lo que estaba viendo. Parpadeó varias veces para enfocar mejor y contuvo el acto de frotarse los ojos, ya que llevaba las manos manchadas de sangre húmeda. Era real. No lo creía pero era real. Podría reconocer su figura en cualquier parte. Era Arya.

Se había lanzado en una loca carrera hacia la entrada de una de las torres, ¿Cómo había llegado allí? ¿Tenía algo que ver con la vorágine de violencia que estaba asolando al ejército del norte? Las preguntas brotaban de su mente atropelladamente y frenaron en seco al ver la silueta del jinete que galopaba en pos de la pequeña Stark. Las llamas refulgían sobre la cabeza metálica del can y sobre el hacha que blandía amenazadoramente. La rabia se apoderó de él y profirió un grito que destacó como un trueno entre los alaridos que le rodeaban. Saliendo de su escondite, corrió con todas sus fuerzas para llegar a Arya antes que El Perro. La lluvia le azotaba el rostro y él devolvía los golpes a los pocos soldados que intentaban cortarle el paso. Solo le importaba llegar a Arya, todo lo demás no existía: las guerras, las muertes, Poniente, no significaban nada para él. Solo existía ella. Quería…no, tenía que llegar costara lo que costara, tenía que protegerla, tenía que sacarla del caos que los rodeaba, tenía… Una flecha brotó en su pecho e hizo que aminorara el paso. Parar no era una opción, así que cortó la punta de la flecha con la espada y continuó corriendo. El jinete había ganado ventaja pese a que Tello se encontraba mucho más cerca. Comenzaron a caer más flechas a su alrededor y tuvo la certeza de que iba a morir un instante antes de que se le clavara otro proyectil en el muslo, haciéndole caer al barro de cabeza. Aun con las espadas en las manos, Tello consiguió incorporarse pero la pierna no le respondía y se veía incapaz de levantarse. Impotente, vio como el jinete se acercaba a la muchacha y Tello gritó su nombre usando las últimas fuerzas que le quedaban para advertirla del peligro que le sobrevenía. Arya volvió la vista y por un momento sus miradas se cruzaron. Tello pudo distinguir el reconocimiento en sus ojos grises y esta vez fue él quien sonrió.

Un nuevo proyectil atravesó la garganta de Tello y sus labios se movieron en un vano intento por emitir algún sonido. Un “te quiero” se desvaneció en el aire sin ser escuchado.

Lo último que vio Tello fue el hacha del Perro cayendo sobre Arya.