miércoles, 3 de agosto de 2016

El pato del apocalipsis

- Buenas, favorables, gratas y provechosas tardes.
- Buenas tardes caballero, ¿qué desea?
- Verá, es un asunto bastante delicado, difícil, arriesgado y peligroso el que tengo que exponerle, ¿puede garantizarme que nadie más puede oírnos?

El veterinario miró por encima del hombro de su interlocutor, a ambos lados y detrás suyo. La clínica estaba completamente vacía a excepción de ellos dos.

- Por supuesto, ¿de qué se trata?
- Tiene usted una misión –dijo el cliente con actitud solemne para, a continuación, decir susurrando-. Ha de sacrificar a mi pato, pero no debe alzar la voz, sería perjudicial,  dañino, nocivo y pernicioso para nosotros si éste nos oyera.
- Entiendo -le respondió también en voz baja el veterinario, intuyendo que tenía en frente a una persona desequilibrada- ¿Y se puede saber por qué he de sacrificarlo?
- Ese es el quid de la cuestión. Tengo pruebas fehacientes, indiscutibles, irrefutables e irrebatibles de que mi pato es la rencarnación del mismísimo Adolf Hitler.
- Señor -dijo el veterinario tras varios segundos-, eso es imposible.
- Nada más lejos de la realidad, ya le he dicho que poseo pruebas. Observe.

Dicho esto, el cliente se agachó para coger una pesada bolsa de la que sobresalía la cabeza de un pato y que pasó a depositar sobre el mostrador de la clínica veterinaria.

Aquí lo tiene, júzguelo usted mismo.
- Disculpe pero no lo entiendo, yo solo veo un pato normal.
- ¿Lo dice en serio? Pero fíjese hombre, es evidente, claro, notorio y obvio que es –de nuevo susurrando- la reencarnación de Hitler.
- ¿No lo dirá por esa mancha que lleva sobre el pico?
- ¡Chsst! No es… -el cliente tapó los oídos del pato-. No es ninguna mancha, es un bigote, como el que llevaba, ya sabe… y le salió el mismo día que empezaron a manifestarse el resto de las evidencias.
- ¿Qué evidencias son esas? ¿Acaso habla alemán? ¿O es el dirigente de algún partido ultraderechista? ¿Ha intentado invadir algún país?
- ¡Calle hombre! Si algo no necesita este pato es escuchar esas ideas. Además, los dos hablamos alemán perfectamente.
- De usted pase, pero me niego a creerlo de su pato.
- Pues créalo, de hecho fue el pato quien me enseñó a mí.
- Su pato.
- Sí.
- Le enseñó alemán.
- Sí.
- ¿Y podrían mantener una conversación ahora mismo?
- No.
- ¡Ajá! ¿Y por qué no?
- Por timidez.
- ¿Su pato es tímido?
- ¡No diga memeces! Yo soy el tímido, el introvertido, el retraído y el callado. El pato es un gran orador que puede llevar a su público a un paroxismo frenético, enardecido, delirante y encendido tal y como lo haría el mismísimo Hitler.
- ¿Y podría dar ahora uno de esos discursos?
- Lo siento, pero padece de afonía. De todas formas poseo otras pruebas–dijo mientras sacaba de la bolsa una camiseta sucia-. Cójala y huélala.

El veterinario cogió intrigado la camiseta y, tras olerla intensamente, la arrojó sobre el cliente con asco.

¡Dios mio! ¡Huele fatal! ¿Se puede saber de que diablos se trata?
- Heces de pato, obviamente.
- ¿Y por qué demonios quería que oliese heces de pato? ¿Está loco?
- Lo he hecho para que compruebe que ha sido obra suya. Fíjese bien, mire dónde están las heces.
- Veamos, la mancha está justo sobre la marca, Calvin Klein. Una lástima, la verdad, pero no entiendo a dónde quiere llegar.
- ¿No lo entiende? ¡Calvin Klein es judío! ¡Lo hizo adrede! Es su malvada, ruin, vil e infame naturaleza la que le hizo cometer este acto.
- ¡Pura casualidad oiga! Además, sigo pensando que lo del pico es una mancha, de hecho, lleva usted en el bolsillo de la camisa un rotulador y restos de tinta en los dedos. Es todo una patraña.
- ¿Osa acusarme de tal infamia? ¡Le digo que este pato es un peligro! Ayer mismo, cuando pensaba que no lo observaba, lo vi desfilar e incluso levantar el ala, ya sabe, a modo de saludo.
- ¿Insinúa que su pato puede hacer marchas militares y realizar el saludo fascista? Es lo más absurdo que he oído en mi vida.
- ¡No es ni absurdo, ni disparatado, ni desatinado, ni pasado lo que le digo!
- Pasado no es ningún sinónimo, oiga.
- No, pero está formado por una sílaba de cada una de las otras palabras ¡Me enerva usted con sus acusaciones y no consigo encontrar los sinónimos adecuados! –exclamó indignado el cliente mientras sacudía los brazos, hecho que propinó que cayera su bolsa al suelo, haciendo que el veterinario se agachase a recogerla. El cliente aprovechó dicho momento para pintar una esvástica en la cola del animal-. ¡Mire! ¡Un estigma! ¡Ya no hay duda! ¡Debe sacrificar a este pato ipso facto!
- ¡Eso acaba de pintárselo usted mientras no miraba!
- ¡Sandeces, paparruchas, bobadas, majaderías!
- ¡Eso ni siquiera son adjetivos! Además, todavía lleva usted el rotulador sin capucha en la mano. Y que me dice de esto –dijo mostrándole un libro sobre recetas de pato que había caído del interior de la bolsa-. Estoy seguro de que lo que usted quiere es cocinar a este pato y que yo le haga el trabajo sucio gratis.
- ¡De ninguna manera! ¡Mi motivación es simple, sencilla, modesta y humilde! En cambio a usted se le debería caer la cara de vergüenza de pensar en el dinero cuando nos enfrentamos a un hito que podría cambiar el curso de la historia.
- Salga de mi establecimiento inmediatamente.
- ¡Se arrepentirá de esto! ¡Recuerde este día cuando hordas de patos invadan nuestros parques, zoos, pueblos y ciudades! –gritaba mientras salía por la puerta de la clínica- Por cierto, ¿cuánto costaría sacrificarlo?
- ¡Largo de aquí! –el veterinario lanzó el libro de recetas que el cliente había dejado en el mostrador, con lo que logró que finalmente se fuera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario