- ¡¡Como ha podido cambiarme por
este maldito cachivache!!
La escena era dantesca. Don
Antonio Hernández, importante decano y viva imagen de la diplomacia, gritaba ante
mi mesa. Horas antes había encontrado en casa una desconocida caja cerrada con un candado.
Tras forzarlo, lo que había encontrado le había llevado directo a mi
despacho a solicitar el divorcio.
- Sr Hernández, cálmese, estas
cosas mejor pensarlas en frío.
Vierto azúcar en mi café y me lo
llevo a los labios mientras veo como mi cliente se desmorona sobre el butacón que hay frente a mi mesa. Demasiado dulce,
casi tan empalagoso como él. Sonrío ante mi propio chiste y observo de nuevo a
mi cliente, que resignado, parece haber tomado una decisión.
- Tiene razón, hablaré con ella.
Gracias, estoy en deuda con usted –dice mientras me propina un formal apretón
de manos y se despide prometiendo contactar conmigo.
Tras seguirlo con la mirada mientras sale de mi despacho, observo en la esquina de mi mesa el consolador olvidado causante del enfado.
Necesito otro café.
¡Hola! Soy nueva por acá.
ResponderEliminarMe encantó, simple, directo, es uno de esos relatos que te saca una sonrisa. Espero poder leer más cosas del estilo <3
Muchas gracias Mariana! Tu comentario tb me ha sacado una sonrisa :) Espero que los siguientes post también te gusten
EliminarUn abrazo!