lunes, 18 de mayo de 2015

Instantes de felicidad

Te abrazo y es entonces cuando tu fragancia inunda todo mi ser. Beso tus párpados, despacio, casi sin rozarte con los labios, para después apoyar mi frente contra la tuya y deslizar lentamente mi cara por tu mejilla, tu boca, tu cuello, hasta dejar mi cabeza en tu hombro y así poder mirarte. Cuantas veces me habré dormido de esta forma, repitiendo el mismo ritual noche tras noche, tras gozar el uno del otro, sin pensar en otra cosa que no fuese explorar hasta el más recóndito lugar de nuestro cuerpo. Alimentándonos, insaciables, a partir del alma del otro hasta que el agotamiento nos vencía y acabábamos rendidos, abrazados, tal y como ahora estamos.

Sonrío con sólo pensar en cada uno de esos momentos. Te miro y te veo tan relajado, tan tranquilo, que pienso que es irreal. Deslizo mi dedo índice por la camisa de tu pijama, siguiendo las líneas zigzagueantes de su dibujo para ir subiendo lentamente hasta tu cara y una vez allí, comienzo a jugar con el vello de tu barba. A juzgar por cómo te ha crecido, creo que debemos de llevar dos o tres días sin salir de esta habitación, no lo sé, he perdido totalmente la noción del tiempo, y en verdad no me importa. Lo único que me importa eres tú. Continúo acariciándote con mi dedo, siguiendo con la mirada cada centímetro que recorro para poder grabarlo a fuego en mi memoria. Acaricio tu nariz, hasta detenerme en una pequeña fractura, la que te hiciste hace años en aquel partido, antes de conocernos, cuando éramos unos críos y te dedicabas a perseguir cualquier falda que pasase por tu lado. O al menos eso me dices siempre que quieres molestarme, y yo, tonta de mí, no puedo evitar sentir celos de unas niñas que ni si quiera sé si han existido.

Sigo paseando mi dedo por tu rostro hasta llegar a uno de tus ojos que bordeo delicadamente para acabar jugando con tus pestañas. Tal vez no pueda verlo ahora mismo, pero su intenso azul es algo que no podré olvidar nunca. Fueron tus ojos los que me hicieron caer rendida ante ti el día que nos conocimos, la forma en que me sonreías con la mirada, y en la que, cuando te hablaba, tú te mantenías callado, mirándome fijamente, casi sin pestañear, hasta hacerme sentir que podías entrar en mis más íntimos pensamientos. Y en verdad creo que así fue, cuando, después de pasar horas hablando en la cafetería y de insistir hasta el cansancio en acompañarme hasta el mismo portal de mi casa, me dijiste que, aún sin creer en el amor a primera vista, en unas pocas horas yo había conseguido despertar en tu corazón un sentimiento que no sabías que existía. Desde ese día hasta hoy he sido la persona más feliz del mundo. Porque hoy sigo siendo feliz abrazada a tu lado.

Siento un escalofrío, y no sé si debido a que no como desde que entramos a esta habitación o a que tu cuerpo empieza a desprender menos calor. Te miro y no puedo contener una pequeña lágrima que se desliza por mi rostro hasta llegar a tu pijama. No dejo de pensar en lo rápido que ha sucedido todo, en como un instante puede cambiar para siempre una vida, o mejor dicho, nuestras vidas, porque desde ese instante nada ha sido igual para ninguno de los dos. Me mareo sólo de pensar en como todo puede venirse abajo de una forma tan drástica, en como nuestro futuro, nuestros sueños y aspiraciones pueden verse truncadas en el tiempo equivalente a un pestañeo. Un pestañeo que supone la diferencia entre estar mirando tus ojos azules mientras conducías camino a casa y verte postrado en esta cama, rodeado de tubos y sin esperanza de que vuelvas a sonreírme con la mirada.

Pero tengo que ser fuerte y contenerme, nuestro momento aún no ha terminado, todavía no, es demasiado pronto y quiero alargarlo durante todo el tiempo que pueda porque sé que cuando este abrazo termine y me separe de ti, cuando me levante de esta cama y comience a alejarme, los últimos instantes de felicidad que jamás vaya a volver a sentir se irán para siempre junto con el último roce de mi piel sobre la tuya.

Participante en el I Certamen Literario Diario de Mujeres de http://diariodemujeres.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario