¿Nunca os habéis preguntado por
qué os gusta escribir? En el caso de que os guste, claro. Si lo miras fríamente, no te aporta ningún beneficio más allá del desahogo, de expulsar todo lo que
pasa por tu mente como si de un veneno se tratase. Pero eso es un acto aislado.
Puedes escribir con rabia, con desesperación, con amor, con ansia… pero esos sentimientos
son efímeros y escribir motivado por ellos puede durar lo mismo que una
discusión o un polvo.
A lo que me refiero es al placer
que uno siente al escribir, al gozo de plasmar una idea sobre blanco y negro,
no a mostrar tus relatos y esperar con ojos de corderito degollado a que te den
una palmadita en la espalda con la que alimentar tu maltrecho ego, no.
Si nunca os habéis parado a
pensarlo os invito a hacerlo, yo lo he hecho y la verdad, creo que puedes
llegar a conclusiones que no te habrías planteado nunca. ¿Queréis saber por qué
me gusta escribir? Por el poder. Así de simple, por el poder de despertar
emociones en una persona únicamente a partir de encadenar palabras. Me parece
fascinante poder crear terror, risa, amor u odio a través de una historia, de
una frase, de una palabra. Me parece algo mágico, como un superpoder. Me imagino
a mi mismo como El Mulo (y no solo por el tamaño de su nariz), el personaje de
Isaac Asimov que era capaz de alterar las emociones humanas a su antojo. Me asombra
el hecho de que unas mismas palabras, puestas en un determinado contexto, puedan
hacer sentir una emoción u otra. Ese poder me atrae inevitablemente, me llena y
me enorgullece cuando soy capaz de usarlo despertando un sentimiento concreto en alguien. No puedo evitar sonreír, me consume el deseo de ese
poder, es una droga que me corroe y cuyo mono me genera unos espasmos en las
manos que me llevan a golpear un teclado.
Esa es mi humilde motivación.
Puede pareceros sosa, egocéntrica o incluso estúpida, pero quien sabe, lo mismo
son los sentimientos que quería provocaros al leer estas líneas.
Y a vosotros, ¿por qué os gusta
escribir?
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